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Género: Inclusión financiera, laboral y digital

El debate sobre la justicia de género en sus más diversas expresiones nunca estuvo más vigente. En nuestro país, el Women-20, que tiene como objetivo fomentar la justicia de género en los compromisos que asume el foro del G-20, enmarca el tema en tres esferas: la inclusión laboral, financiera y digital de la mujer. Sucede que el reflejo de la inequidad entre hombres y mujeres en estos ámbitos es, simplemente, despiadado.

En lo laboral, la mitad de las mujeres del planeta están desocupadas o no buscan trabajo. Las empleadas ganan en promedio 27% menos que los hombres y son más propensas a tener trabajos precarios o independientes. En América Latina, aunque las mujeres son el 60% de los egresados universitarios, ocupan el 30% en carreras de ciencia, tecnología, ingeniería y matemática; hacen el 75% del trabajo no remunerado y la mayoría del doméstico.

En lo financiero, la brecha de acceso a cuentas bancarias persiste en torno al 9% para economías de bajos y medianos ingresos. Allí solo el 44% de las mujeres asalariadas reportan recibir su sueldo en cuenta bancaria. A nivel global, los hombres representarían el 65% de los clientes, el 80% del volumen de préstamos y el 75% de los depósitos en entidades bancarias.

En lo digital, estudiando 23 países de bajos y medianos ingresos, la organización internacional de operadores y compañías móviles Asociación GSM concluye que la mujer es un 10% menos propensa a poseer un teléfono móvil, es decir, 184 millones menos de mujeres con celular. Además existe una importante brecha en el uso de servicios transformadores, con más de 1200 millones de mujeres que no utilizan Internet móvil.

Es válido indagar más allá del reflejo particular de cada esfera al contemplar intervenciones de política pública para revertir estos escenarios. Esto es, por un lado, preguntarse si las dimensiones laboral, financiera y digital son problemáticas aisladas o, por el contrario, existe endogeneidad (eliminar o generar barreras en una esfera impacta en otra/s). Por otro lado, cuestionar cuán responsables son los componentes estructurales por sobre los particulares de cada dimensión.

Ejemplificando con la esfera financiera, si la inclusión financiera promueve la independencia económica de la mujer, tendrá impacto lógico en la inclusión laboral. Si la "revolución fintech" expande los servicios financieros, la inclusión digital será condición para la inclusión financiera de género. Lo mismo al promover el rol de la mujer en puestos de liderazgo como medida de inclusión laboral. Si existen minorías de mujeres en rangos ejecutivos o gerenciales de entidades financieras (8% de CEO a nivel global), es casi inevitable pensar que las decisiones de inclusión financiera de la mujer no tengan un sesgo de género.

Examinando lo estructural por sobre lo específico, suele señalarse la falta de educación financiera como barrera para la inclusión financiera de la mujer, pero dos tercios de todo el analfabetismo global corresponden al sexo femenino. La falta de garantías es otra barrera citada, pero una pequeña fracción de la tierra a nivel global está en manos de mujeres y la cotitulación es algo poco discutido. De igual modo, la mujer tiene más probabilidad de tener menor ingreso, pero dedica más tiempo al trabajo del hogar. Educación, marco normativo, trabajo doméstico son todas cuestiones estructurales que exceden el correlato específico de la exclusión financiera.

La inequidad de género es un problema transversal a toda la sociedad y sus esferas. Como tal, su abordaje requiere medidas integrales. Es necesario contemplar endogeneidades y acompañar políticas específicas con intervenciones de cambio que interpelen, en la medida de lo posible, la complejidad estructural del fenómeno.

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Autor
Carballo, I. E.